
por Luis de la Barrera
Confieso que antes del verano me despedí temporalmente de la actividad política un pisco revuelto. A nadie le gusta que le censuren un artículo —en otro medio—, seguido de un correo electrónico enviado a cientos de suscriptores con contenido difamatorio, junto con una pseudonoticia en la que me criticaban a título personal y tergiversaban lo que había publicado en relación con un más que evidente caso de “subvención del turismo de masas”, esto es, que el Grupo Lopesan explota el Expomeloneras con el soporte artificial de nuestros impuestos.
Y como se me da mal eso de callarme, vuelvo a la carga con más fuerza que nunca, para mostrarles otro ejemplo del entramado público-privado que subvenciona de manera descarada, directa e indirectamente, este modelo de turismo de masas, depredador del territorio y de las personas que habitamos en él.
Hoy trataremos el caso de GESTIÓN DE PROYECTOS Y ESTUDIOS TURÍSTICOS EN CANARIAS, S.A.U. M.P. (también conocida como GESPROTUR y antiguamente como SATURNO), otra empresa pública dependiente de la Consejería de Turismo y Empleo del Gobierno de Canarias.
Hasta hace relativamente poco, esta entidad se dedicaba exclusivamente al control de las participaciones que tiene en el Expomeloneras de Gran Canaria (54 %) y en el Magma Arte y Congresos de Tenerife (64 %), que costaron a nuestras arcas públicas la friolera de 60 millones de euros y que han sido entregados en explotación a grandes grupos empresariales.
No contentos con este desembolso, todos los años sufragamos con dinero público los gastos de explotación de ambos Palacios de Congresos con más de 750.000 euros, no vaya a ser que los caciques locales compitan en el mercado en régimen de igualdad y a veces tengan pérdidas. Me gustaría saber cuántos autónomos y pymes cuentan con esa misma ventaja.
Y por si fuera poco este despropósito en la gestión del dinero público de toda la población canaria, para este 2024 GESPROTUR se va a financiar con 100.000 euros para realizar inversiones en su local, otros 200.000 euros para gastos de explotación por nueva actividad, así como otros 500.000 euros para proyectos de “dinamización orientados a la puesta en valor de recursos patrimoniales de las islas (riquezas ecológicas, paisajísticas, culturales, etc.) con el objeto de fomentar un turismo experiencial, sostenible, responsable y alejado del turismo tradicional e intensivo”.
Bastante serio se ha puesto el equipo de Jéssica de León con este objetivo, porque ya están sacando convocatorias de selección de personal para ingeniería, juristas con especialidad en contratación pública, administración y dirección de empresas, economía, contabilidad, finanzas y administrativos.
Pues bien, al igual que sucede en otras islas atravesadas por la masificación turística, en Gran Canaria teníamos un pacto social no escrito por el que desde Bahía Feliz hasta el Puerto de Mogán había un agujero de gusano que se había tragado todo aquello que guardase relación con lo local y canario, para vendérselo a un turismo masivo de sol, piscina, todo incluido, happy hours, cholas con calcetines, desayunos con salchichas y judías con tomate, fish and chips, jarras de cerveza, sangrías, cócteles con frutas, loros, farolillos y sombrillas, souvenirs con formas de culos, tetas, pingas y chochos; restaurantes de pizza y pasta que copan malecones y centros comerciales, fajadas de guiris en los alrededores del Plaza o pubs de Puerto Rico, puertos deportivos, motos de agua, kayaks, pisoteadas (y folladas) por las Dunas de Maspalomas…
Tristemente, son pocos los lugares que quedan en la costa de San Bartolomé de Tirajana y Mogán que hayan sobrevivido a la vorágine de la masificación turística, todavía conservando el sabor de nuestra idiosincrasia, que tiene mucho que ver con las formas de habitar lo público, relacionándonos con cordialidad, volcándonos hacia el exterior, conciliando lo moderno con lo antiguo, guardando espacio para la huerta y los animales, arreglando con comunitarismo las desidias institucionales o riéndonos de nuestras propias desgracias.
En un mundo ideal, no me importaría compartir esos espacios, físicos pero sobre todo mentales y que por suerte persisten en el resto de la isla, con personas que viniesen de visita. Pero la realidad es que en 2023 llegaron a Gran Canaria más de 4.200.000 turistas, que no sólo se concentraron en esos dos municipios turísticos, sino que abarrotaron los barrios de Guanarteme, Puerto, Isleta, Arenales y Vegueta de Las Palmas de Gran Canaria, se colaron por todo el sureste en Arinaga, Ojos de Garza, Pozo Izquierdo, Tufia, Melenara, Taliarte y Salinetas, colapsaron la cumbre en Tejeda y
Artenara, sobrepoblaron Agaete y empezaron a adentrarse en La Aldea.
Y sí, me da coraje que después de haberse reventado y apropiado de gran parte de la costa grancanaria, ahora ciertos hoteleros y empresarios turísticos, con la ayuda de los políticos que llevan gobernando estas islas durante décadas, se dediquen a hacer promoción de un turismo “sostenible” que se supone pone en valor nuestra naturaleza, paisaje, cultura, arquitectura o historia y es respetuoso con las comunidades locales.
A estas alturas de la partida, lo que de verdad sería sostenible es que el turismo decreciese en Gran Canaria, desclasificando todas las camas turísticas que partidos de pseudoizquierda incluyeron en el nuevo Plan Insular de Ordenación Territorial, dejando de declarar de interés insular megaproyectos que consumen territorio y recursos públicos como el Dreamland Studios en Telde, paralizando la concesión de subvenciones a la turoperación, denegando nuevas licencias para construir centros comerciales que están acabando con los negocios locales o frenando la construcción de nuevos hoteles que dejarán irreconocibles a La Aldea, Tauro, Tiritaña o Santa Águeda.
Llegará el momento en que la Consejería de Turismo y Empleo del Gobierno de Canarias estará en manos de un partido como Drago Canarias, que tendrá como prioridad poner freno a toda esta locura de desarrollismo sin tino que está dejando seca nuestra tierra y secos nuestros bolsillos. Echando el freno de mano. Priorizando a la población frente al extractivismo y la especulación. Dejando de subvencionar el turismo de masas. Y disolviendo a entidades como GESPROTUR.
Luis de la Barrera, portavoz de Drago Gran Canaria