
por Politican
En el corazón de Las Palmas de Gran Canaria, el Museo Elder de la Ciencia y la Tecnología se erige no solo como un templo del saber y la innovación, sino también como un paradigma en la búsqueda de la autosuficiencia energética. A través de un ambicioso proyecto de eficiencia energética, liderado por el coordinador técnico César Díaz, el museo no solo aspira a reducir su huella ambiental, sino también a convertirse en un modelo didáctico para la sociedad.
César Díaz, con casi diecinueve años de trayectoria en el Museo Elder, es testigo de la dinámica y constante evolución de esta institución. Desde su llegada en 2007, ha sido parte de un equipo que busca constantemente la vanguardia. La idea de un museo autosuficiente, sin embargo, no nació de una simple aspiración, sino de una necesidad imperiosa y una convicción profunda.
Díaz recuerda los desafíos iniciales del edificio: "Desde que yo llegué al museo teníamos problemas, hubo déficit a la hora de hacer el edificio; el aire de acondicionado del museo no estaba del todo bien calculado". Estas deficiencias, sumadas al dinamismo que caracteriza al museo bajo la dirección de José Gilberto Moreno, hicieron evidente la necesidad de una infraestructura que estuviera a la altura de sus ambiciones científicas y tecnológicas. La eficiencia energética, que antes podía verse como un valor añadido, se ha convertido en una prioridad ineludible, tanto para el museo como para la sociedad en general.
El objetivo va más allá del ahorro económico. Como señala Díaz, "No podemos ser Museo de Ciencia y Tecnología y adolecer en tecnología y en la ciencia aplicada". La iniciativa busca que el Museo Elder no solo sea eficiente, sino que también sea un ejemplo a seguir, demostrando que la sostenibilidad es alcanzable incluso en edificios públicos con particularidades históricas. "Lo que siempre hemos pretendido es que el museo sea un paradigma en sí y además enseñarlo", subraya Díaz, destacando la vocación divulgativa del proyecto.
El Museo Elder ocupa un edificio con una historia rica, que data de 1914 y que originalmente sirvió como almacén para la empresa británica Elder Dempster y Miller. Aunque la fachada se ha preservado, el interior ha experimentado transformaciones significativas, convirtiéndose en un espacio moderno y dinámico. Esta dualidad presenta retos únicos para la eficiencia energética.
"Tenemos cierto tipo de restricciones, pero no tenemos una restricción, digamos, de preservar patrimonio tal cual", explica Díaz. Esto permite una mayor flexibilidad en la implementación de tecnologías modernas, aunque el tamaño y la naturaleza del espacio –con dos niveles de parking subterráneo y grandes volúmenes de aire a climatizar– añaden complejidad. La estrategia, por tanto, debe ser integral y adaptativa, buscando soluciones que respeten la estructura existente mientras se optimiza el rendimiento energético.
El plan de eficiencia energética del Museo Elder se asienta sobre tres pilares fundamentales que trabajan de manera interconectada: la producción de electricidad propia, la optimización del consumo y la mejora de la envolvente del edificio. César Díaz enfatiza la importancia de esta aproximación holística.
"El primer proyecto que hicimos fue una instalación fotovoltaica que no da para todos, pero es un primer comienzo", afirma Díaz. Ubicados en cubiertas estratégicas, estos paneles no solo producen electricidad, sino que también sirven como un laboratorio vivo para monitorear el rendimiento y planificar futuras expansiones.
Actualmente, el museo ya produce sus propios excedentes de energía en las horas centrales del día: "desde las 11 de la mañana en un día normal en Canarias hasta las 5 o 6 de la tarde somos autosuficientes y tenemos excedentes". Sin embargo, Díaz es consciente de los desafíos que plantean las horas sin sol. Aquí es donde entra en juego el próximo paso crucial: el almacenamiento de energía. "La patita siguiente vamos a irnos al almacenamiento para poder almacenar todo lo que no estemos utilizando que no necesitemos ahora para poder usarlo cuando no haya sol". Este enfoque progresivo demuestra una planificación cuidadosa y una visión a largo plazo.
Producir energía es solo una parte de la ecuación; la otra, y no menos importante, es optimizar el consumo. "Algo muy importante, y donde no se suelen dar cuenta las personas es en optimizar nuestro consumo. O sea, por mucho que yo produzca, no voy a ir gastando, no puedo derrochar, tengo que optimizar y ahí es donde entran las otras patitas", explica Díaz. El aire acondicionado, en particular, representa una parte significativa del consumo eléctrico del museo, con una factura que varía drásticamente entre verano e invierno.
La solución pasa por la implementación de "equipos de alta eficiencia" y un sistema de control inteligente. El museo está reemplazando sus antiguas máquinas, que requerían una potencia de arranque considerable, por nuevas unidades que se adaptan a las necesidades cambiantes de los espacios expositivos. "No solo quiero producir frío, sino darlo en el momento y en el sitio que se precisa", aclara Díaz. Para lograrlo, cada equipo contará con "su sonda y su sensórica para saber qué temperatura hace, dónde está ese equipo y puedo controlar cada uno individual". Esta gestión zonal, adaptable a la afluencia de visitantes o a la configuración de exposiciones, permitirá un control preciso y un ahorro significativo.
Imaginemos un día en el Museo Elder. Un grupo de ochenta escolares visita el salón de actos, generando una carga térmica elevada. El sistema de climatización inteligente detecta esta situación y concentra el "fresco" en esa área específica, mientras reduce la actividad en otras zonas menos concurridas. Este es el tipo de flexibilidad que persigue el proyecto. "Producir lo que necesitamos en el momento en el que lo necesitamos y en la medida que lo necesitamos", resume Díaz, enfatizando la importancia de la adaptabilidad y la eficiencia.
El objetivo final es crear un ambiente de confort térmico para los visitantes sin que estos noten la presencia del aire acondicionado, y, al mismo tiempo, minimizar el consumo eléctrico. "Lo bueno del aire acondicionado es cuando no notas que haya calor y frío, cuando no sabes ni que hay aire acondicionado y encima requiere un consumo eléctrico menor", explica Díaz.
La tercera pata del proyecto se enfoca en la envolvente del edificio, especialmente en los grandes volúmenes de vidrio que caracterizan la arquitectura del museo. "Por ahí entra mucho calor", reconoce Díaz, lo que obliga a los sistemas de aire acondicionado a realizar un esfuerzo considerable. La intervención consta de dos partes innovadoras:
1. Láminas de Protección Ultravioleta: En los cristales exteriores de los "cubos" de vidrio, se están instalando láminas que repelen los rayos ultravioleta y una gran parte de la radiación infrarroja. Esto permite "bajar 10 grados" la temperatura interior, lo que se traduce en un ahorro energético considerable, ya que "cada grado de temperatura que quieras bajar en tu casa, es un 8% más de consumo de media".
2. Láminas Electrocrómaticas: En las zonas de segunda y tercera planta con ventanales al exterior, se colocarán láminas electrocrómaticas. Estas láminas, controladas por el personal del museo, pueden modificar su transparencia de forma instantánea, actuando como una "cortina por cristal". Esta tecnología avanzada permite reducir la penetración de calor entre 4 y 6 grados adicionales, ofreciendo una solución estética y altamente eficiente.
En conjunto, estas intervenciones en la envolvente del edificio lograrán una reducción de la temperatura interior de entre 12 y 14 grados respecto a la que penetraría del exterior. Esto no solo mejora el confort de los visitantes, sino que también disminuye drásticamente la carga de trabajo de los equipos de climatización, consumiendo así "muy poquito" y con la ventaja añadida de que esa electricidad será "de mis propios medios", como destaca Díaz.
Más allá de la consecución de la autosuficiencia energética, el proyecto del Museo Elder tiene un fuerte componente educativo y divulgativo. César Díaz lo tiene claro: "Todo lo que hacemos en el museo tiene que tener una explicación". La sostenibilidad no es solo una práctica interna, sino un mensaje que debe ser compartido.
Los inversores de los paneles fotovoltaicos se han colocado estratégicamente en una vidriera en la segunda planta, donde se explicará el funcionamiento de la energía fotovoltaica y sus elementos clave. "Vamos a explicar cómo funciona la fotovoltaica, cuáles son los elementos clave, porque todo es lo que decía, no solo tenemos que ser, sino parecer, tenemos que enseñar todo eso para que todos sepan lo que puede extrapolarse", afirma Díaz. Los visitantes podrán ver en tiempo real cuánta energía se está produciendo, convirtiendo la infraestructura en una exposición interactiva.
De manera similar, en la zona de climatización se explicará el ciclo de Carnot y cómo se produce el frío, mientras que, en la envolvente, los visitantes podrán experimentar el cambio de temperatura y observar el funcionamiento de las láminas electrocrómaticas. Incluso se habilitará una "zona de domótica" donde se enseñará a las familias cómo aplicar principios de eficiencia energética en sus hogares, desde la toma de datos hasta el control remoto de electrodomésticos y pequeños gestos cotidianos, como tapar el caldero al hervir agua.
El Museo Elder, como institución de ciencia y tecnología, está siempre a la vanguardia. La inteligencia artificial (IA) también tendrá un papel en el proyecto de eficiencia energética. Si bien Díaz es un defensor del "uso racional" de la IA y es consciente de sus limitaciones, reconoce su potencial. La "casa inteligente" del museo ya incorpora IA, y la domótica del futuro contará con "asistentes de inteligencia artificial para poder también ayudarte a esas decisiones, a leer esos datos de ahí a tomar decisiones".
Aunque los sistemas de aire acondicionado aún no requieren un asistente de IA, el museo busca enseñar hacia dónde se dirige la evolución tecnológica. "Nuestro afán es explicar el pasado, el presente y el futuro y lo que se aplique por lo menos, que sepan cómo se aplica y por qué y también las posibilidades que tiene", explica Díaz. La IA, por tanto, se presenta como una herramienta que optimizará la gestión energética y ofrecerá nuevas posibilidades para la sostenibilidad, siempre bajo una supervisión consciente y racional.
La implementación de un proyecto de tal magnitud en un museo en funcionamiento presenta desafíos operativos significativos. La coexistencia de las obras con la actividad diaria del museo es una "encaje de bolillos", como describe Díaz. Sin embargo, el equipo se esfuerza por minimizar las molestias a los visitantes, comunicando los avances y los beneficios de las intervenciones. El cambio de ascensores, por ejemplo, que redujo el consumo en un 75%, implicó operar con un solo elevador durante un tiempo, pero los visitantes fueron informados de la contribución a la sostenibilidad y a su propia salud al usar las escaleras.
El objetivo es claro: "acometer lo más pronto posible en las condiciones de seguridad y con la menor interferencia con nuestra actividad". A pesar de que ocasionalmente se requiera cerrar partes del museo por seguridad, la comunicación transparente es clave para que los visitantes entiendan el proceso y el propósito detrás de las obras.
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