
por Politican
El proyecto del Museo Elder en el que busca por soluciones sostenibles y una menor dependencia de los combustibles fósiles, se alza como un ejemplo pionero. Gracias a la visión y el trabajo de profesionales como Thais González, ingeniera técnica del departamento de obras de Electrimega, este emblemático espacio cultural está redefiniendo el concepto de eficiencia energética en edificios públicos. Nos adentramos en los detalles de este proyecto transformador, explorando cómo la energía fotovoltaica está revolucionando el consumo y el impacto ambiental del museo.
La energía fotovoltaica es un término que escuchamos a menudo, pero ¿entendemos realmente su mecanismo y su potencial? Thais González nos lo explica con una claridad asombrosa: “La energía fotovoltaica es básicamente la generación de electricidad a través del efecto fotovoltaico que utiliza la radiación del sol. Utilizamos la energía que nos proporciona la radiación del sol para producir electricidad”. Este proceso se materializa a través de las conocidas placas solares o paneles que, al ser impactados por la radiación solar, simplificando un poquito el proceso, “mueven electrones y genera electricidad”. Posteriormente, “a través de un inversor se transforma en electricidad en corriente alterna, que es la que utilizamos en casa”.
Este sistema no solo es una maravilla de la ingeniería moderna, sino que representa una piedra angular en la lucha contra el cambio climático. Como subraya González, “al final es una energía limpia, es una energía que no genera CO2, que no genera residuos”. Sus beneficios son tangibles y multifacéticos, abarcando desde la reducción de la factura eléctrica, un punto que “al final es lo que todos miramos, la economía”, hasta una considerable mitigación de la huella de carbono. La clave, según Thais, reside en aplicarla eficientemente, “no es poner paneles por poner panel”, sino asegurar que cada instalación maximice su rendimiento y su impacto positivo.
El Museo Elder ha abrazado esta filosofía con dos importantes instalaciones. Una primera fase de 90 kW fue complementada por una ampliación de 100 kW más, sumando un total de 190 kW de potencia instalada. Esta capacidad se destina íntegramente al autoconsumo: “todo lo que se produce se consume en el museo”, sin vertido a la red. Este enfoque de "vertido cero" significa que, si la producción excede el consumo, los inversores limitan automáticamente la generación para ajustarse a la demanda del museo, sin desperdiciar ni una sola gota de energía.
Toda obra de ingeniería de esta envergadura conlleva sus particularidades. En el caso del Museo Elder, el equipo de Electrimega se enfrentó a un desafío inusual durante la ampliación: una cubierta de cobre. “Nos encontramos un dato así un poquito curioso, nos encontramos una cubierta de cobre con la que no habíamos trabajado”, recuerda Thais González. Ante este escenario inédito, la prudencia y la innovación fueron fundamentales. Se realizó una “prueba de extracción para comprobar que la estructura que fuéramos a poner aguantara lo mínimo que te pide la normativa y que los paneles no se nos fueran a ir volando si nos viene viento o por cualquier cosa”. Un minucioso “estudio de tracción” y la posterior verificación de los datos por parte de los responsables del proyecto aseguraron la solidez y seguridad de la instalación.
Canarias, conocida por sus vientos alisios, presenta un entorno particular para las instalaciones fotovoltaicas. La sujeción de los paneles es un aspecto crítico, y Thais enfatiza la importancia de medidas preventivas: “La estructura siempre viene con unas cargas mínimas de viento… y siempre es recomendable y más aquí en Canarias, sobre todo si instalamos en la zona del sureste, un reapriete cada ciertos meses para asegurarte de que todo queda bien fijado, porque es verdad, al final con el viento es algo que no podemos combatir”. Esta atención al detalle garantiza la longevidad y estabilidad de la inversión energética.
Otro factor crucial para la eficiencia es la ausencia de sombras. El diseño del Museo Elder, sin edificios circundantes que proyecten sombras significativas, es una ventaja inestimable. González explica la razón: “Siempre que nos llega un proyecto, una obra, siempre hacemos siempre se encarga de hacer un estudio de sombras de ver que no hay un edificio, un árbol, un aparato de clima en la cubierta que te genere sombra sobre los módulos”. Las sombras no solo reducen la producción, sino que crean “puntos calientes” en los paneles, algo que “hay que evitarlo siempre”. Un solo panel afectado por una sombra puede comprometer la eficiencia de toda una serie de paneles, ya que “siempre va a trabajar al panel que menos produzca”. Para mitigar esto, existen tecnologías como los optimizadores, que “seccionan esa sombra y no te afectan a toda la cadena que tienes conectada”.
Los resultados del proyecto en el Museo Elder son rotundos y alentadores. Con la ampliación de su sistema fotovoltaico, el museo ha logrado una “reducción estimada de más o menos 150 toneladas de CO2 anuales”. Para aquellos no familiarizados con estas cifras, Thais González aclara que es “mucho”, una “gran reducción de CO2”, que se suma a un “ahorro en la factura energética que va a tener el museo”.
Antes de la ampliación, la instalación inicial de 90 kW cubría aproximadamente el 30% del consumo del museo. Con los 190 kW actuales, esta cobertura se ha elevado significativamente: “actualmente cubre rondando el 60%, ha reducido un tercio el digamos su consumo”. Este impacto directo en el consumo eléctrico se traduce en un ahorro económico considerable, que, aunque no se cuantifica en euros específicos, es “una cantidad importante”.
El proyecto del Museo Elder no solo es un hito para la energía fotovoltaica, sino que se alinea perfectamente con otras iniciativas de eficiencia que se están implementando en el edificio, como la nueva climatización y la envolvente. Estos sistemas trabajan en sinergia. La climatización más eficiente reducirá el gasto energético general, permitiendo que la fotovoltaica “compense, si no digamos al 100% gran parte de lo que consume el museo”. Thais enfatiza que el museo “camina siempre la eficiencia y en ser punteros en tecnología”, buscando “reducir costes” y “ser más eficiente”.
Una pregunta recurrente en el ámbito de la energía solar es qué sucede cuando el sol se oculta. “Actualmente el museo no tiene acumulación”, explica Thais González, “produces en las horas de sol y consumes en las horas de sol”. Sin embargo, el futuro cercano contempla la posibilidad de incorporar sistemas de almacenamiento. “Creo que existen proyectos para ver cuánto se está produciendo de más para poder poner una buena acumulación”. La clave es dimensionar correctamente estas baterías para que sean económicamente viables: “Es hacer un estudio, ver cuánto realmente es el excedente que tendría si los inversores produjeran a full todo el día y ver cuánto es ese excedente y ver ajustar la acumulación a esos excedentes”.
La duración de una instalación fotovoltaica es otra ventaja. “Actualmente están alrededor de unos 20 años”, con garantías de fabricación de 15 años y de producto de 25 años.
El mantenimiento de las placas es crucial para asegurar su vida útil y rendimiento. El principal enemigo son factores como “el salitre, el polvo, la suciedad, la suciedad de las palomas”, y, por supuesto, las sombras. Una placa sucia o sombreada no rinde al 100%, y Thais recomienda una limpieza regular, preferiblemente “a primera hora de la mañana o a última hora de la tarde cuando no haya mucha radiación”, utilizando “agua y nada que raspe”. Es importante recordar que las placas tienen un límite de producción; un inversor de 100 kW, por ejemplo, “te va a dar 100 kW”, independientemente de que las placas puedan generar más.
Mirando más allá del Museo Elder, Thais González es optimista sobre la expansión de esta tecnología en otros edificios públicos. “Sí, yo creo que cada vez más”, afirma. La tendencia actual apunta hacia las comunidades energéticas, un modelo en el que “se aprovechan esas cubiertas públicas y hacer una comunidad con usuarios independientes, pequeñas empresas de la zona y hacer una comunidad para consumir”. Municipios como Valsequillo o Agüimes ya están explorando estas iniciativas, donde los propios usuarios “producen, reparten, generan y consumen esa energía”.
La viabilidad de instalar un sistema fotovoltaico, incluso en pequeña escala, siempre requiere un estudio personalizado: “Hay que hacer un estudio, es ver si tienes una buena cubierta que cubre, si es para ti independiente que vayas a cubrir tu consumo, si realmente te va te va a rentar poner esa instalación”. Al final, el objetivo principal es “ser autosuficiente y ser muy eficiente”, pero siempre “debe ir de la mano de utilizar esa energía y de no instalar por instalar si realmente no se va a aprovechar”.
El Museo Elder, con su compromiso con la energía fotovoltaica, no solo está asegurando su propia eficiencia y sostenibilidad, sino que también está trazando un camino inspirador para otros edificios públicos y privados, demostrando que un futuro más limpio y energéticamente independiente es una realidad palpable.
Entrevista completa: