
por Politican
El Museo Elder de la Ciencia y la Tecnología, en Las Palmas de Gran Canaria a través de un ambicioso proyecto de mejora de la eficiencia energética, no solo busca reducir su huella de carbono, sino también convertirse en un modelo a seguir para otras edificaciones, tanto públicas como privadas. En esta ocasión Yolanda Espino, ingeniera industrial de la división de proyectos de CTG – Consultores, cuenta cómo ha sido el proceso de cambio.
El proceso de modernización energética de un edificio como el Museo Elder presenta desafíos únicos. A diferencia de una vivienda convencional, la vasta y atípica geometría del museo, sumada a su condición de posible patrimonio, exige soluciones ingenieriles innovadoras y respetuosas con su estructura. La clave, según Espino, reside en el análisis exhaustivo y la adaptación tecnológica.
"Es más complejo porque tiene una geometría muy atípica", señala Espino, destacando la singularidad del edificio. Sin embargo, gracias a la información arquitectónica detallada proporcionada por el museo, fue posible modelar con precisión su "envolvente" y diagnosticar sus necesidades energéticas. Este análisis reveló que, si bien partes del edificio antiguo son más difíciles de modificar, los elementos más modernos, como sus emblemáticos cubos de cristal, ofrecen un vasto potencial para la innovación.
El estudio de ingeniería encargado por el museo identificó varias áreas críticas de actuación para reducir el consumo de energía, especialmente la proveniente de combustibles fósiles. Las principales líneas de trabajo incluyen la climatización, la iluminación y la expansión de la generación fotovoltaica.
Uno de los hallazgos más relevantes fue la antigüedad del sistema de climatización, datado del año 2002. Si bien el museo mantenía un control sobre sus instalaciones, las máquinas no eran las "ideales". La propuesta de CTG se centró en "reducir y unificar los sistemas de climatización y mejorar el control", lo que permitiría una gestión más eficiente y descentralizada, evitando la pérdida de control que a menudo acompaña al crecimiento de las instalaciones.
La iluminación, siempre susceptible de mejora, también fue un punto clave. Aunque gran parte de las luminarias ya utilizan tecnología LED, aún quedan elementos con incandescencia, cuya sustitución es inminente. Además, se planteó la necesidad de realizar estudios específicos de iluminación para reconfigurar los puntos de luz y aprovechar al máximo la luz diurna, incorporando sensores de presencia y de luz natural. "No voy a tener la luz al máximo cuando realmente me está entrando el 90% por la luz de la ventana, ¿no?", ejemplifica Espino, resaltando la lógica detrás de estas optimizaciones.
Pero la joya de la corona de esta transformación es, sin duda, la energía fotovoltaica. Tras una primera instalación de 100 kW sobre dos cubiertas que solo proporcionaba una cuota de autarquía del 25%, el estudio propuso ampliarla significativamente. La ubicación privilegiada del museo, sin sombras que limiten la incidencia solar, convierte a los paneles fotovoltaicos en una fuente de energía ideal. El siguiente paso, ya contemplado, es la incorporación de sistemas de acumulación de energía o baterías, que permitirán al museo alcanzar una mayor autosuficiencia energética, utilizando la energía generada durante el día en las horas nocturnas de funcionamiento. "Ya se conseguiría esa autosuficiencia cuando ya la tengamos, la podemos generar y la podemos guardar cuando no necesitemos", afirma Yolanda Espino, vislumbrando un futuro energético más independiente.
Otro aspecto innovador se centra en los dos cubos acristalados del museo. Se propone la aplicación exterior de láminas especiales que reflejan el 60% de los rayos UV, logrando una reducción de la temperatura interior de hasta 15 grados. Esta medida no solo mejora el confort, sino que disminuye drásticamente la potencia frigorífica necesaria para la climatización. "Siempre el objetivo es intentar que el consumo sea menor. Si ese consumo encima lo haces con instalación solar fotovoltaica, entonces ya es la cuadratura del círculo", subraya Espino, destacando la sinergia entre estas soluciones.
La domótica, o más ampliamente, los sistemas de control inteligente, juegan un papel fundamental en la eficiencia energética del museo. Aunque el término "domótica" se asocia comúnmente con viviendas, su aplicación en un edificio con las características del Museo Elder es crucial para optimizar el consumo.
Yolanda Espino enfatiza que "todos los sistemas de control que le apliques a cualquier instalación van a redundar en una mejora de la eficiencia porque puedes ir ajustando, hacer ajustes finos". La clave está en adaptar las instalaciones al uso real en cada momento. Esto implica la implementación de sensores de presencia y la capacidad de ajustar la climatización y la iluminación según la actividad de las diferentes áreas del museo. "No es lo mismo la sala donde estamos ahora que el mariposario, por ejemplo, que son las condiciones son diferentes", explica, ilustrando la necesidad de una flexibilidad extrema.
Un sistema de control inteligente permite que, por ejemplo, una sala de proyección no consuma energía cuando está vacía, encendiéndose solo al detectar la presencia de visitantes. Esta flexibilidad es vital para un museo con exposiciones temporales y espacios que pueden cambiar de configuración, permitiendo una adaptación dinámica a las cargas térmicas y los flujos de aire requeridos. "Es muy importante esa flexibilidad que te da el control, el sistema de control en el sistema de climatización y es de lo que se pretende para no desaprovechar", asegura la ingeniera.
La eficiencia energética no es solo una cuestión de ahorro económico; sus ramificaciones se extienden a beneficios medioambientales y sociales de gran calado. El proyecto del Museo Elder es un claro ejemplo de cómo una inversión en sostenibilidad genera un retorno múltiple.
La relación entre eficiencia energética y reducción de emisiones de CO2 es íntimamente ligada. Como explica Yolanda Espino. Al reducir el consumo global y, simultáneamente, aumentar la proporción de energía generada a partir de fuentes renovables como la solar, el museo contribuye directamente a mitigar el cambio climático. El objetivo a largo plazo es, si bien no desconectarse completamente de la red eléctrica –ya que "siempre se necesita un respaldo"–, sí alcanzar un alto grado de autoabastecimiento con fuentes limpias.
La tecnología es el motor de esta transformación. Desde equipos de alto rendimiento hasta sistemas de control avanzado, la innovación es constante. Yolanda Espino destaca que "la innovación es una de las de las grandes ventajas o de los beneficios que tenemos, pues esa innovación en tecnología, tanto en equipos como en sistemas de control, como en elementos estructurales".
Aunque la inteligencia artificial aún no se ha integrado directamente en las fases iniciales de este proyecto, su potencial es inmenso. Si bien herramientas como ChatGPT pueden ayudar a analizar y compendiar información, el factor humano sigue siendo irremplazable. "GPT no tiene la oportunidad de pisar el museo ni verlo directamente, le falta el factor humano que es fundamental", argumenta Espino, enfatizando la necesidad de la experiencia y la observación directa en la ingeniería.
Este cambio en el Museo Elder no es un caso aislado, sino un ejemplo replicable. Lo que se está implementando en el museo puede adaptarse a escalas menores, como hogares, o a otras administraciones y empresas. Actuar sobre sistemas de climatización, control, carpinterías eficientes y la incorporación de energías renovables como la aerotermia o las placas termosolares, son medidas aplicables en múltiples contextos. "Yo creo que esto no hace sino marcar una senda", concluye Yolanda Espino, señalando el camino hacia un futuro donde la autosuficiencia energética y la sostenibilidad sean la norma, no la excepción. El Museo Elder se erige así no solo como un espacio de conocimiento científico, sino como un laboratorio viviente de la eficiencia energética del mañana.
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