
por Politican
Pedro Armas, presidente de Apigaste, la Asociación Empresarial de Aguas, Gas, Térmicas y Fluidos de Santa Cruz de Tenerife, levanta la voz en el programa "A Buenas Horas con José Luis Martín" en representación de un sector que lleva años sobreviviendo en la sombra de la administración y de una opinión pública que, según él, no entiende ni valora la complejidad ni los desafíos reales de quienes mantienen la infraestructura básica de la vida cotidiana.
Dignificar la profesión: romper con el uso peyorativo del “fontanero”
En tiempos recientes, el término “fontanero” ha sido utilizado en contextos políticos con una connotación despectiva, como sinónimo de “persona que resuelve problemas bajo la sombra”. Esta utilización ha sido motivo de indignación para quienes verdaderamente ejercen la profesión con ética, esfuerzo y formación.
Armas lamenta que, aquellos políticos que usan "fontanero o fontanera" de manera peyorativa no se hayan interesado siquiera por visibilizar cómo está el sector o si realmente cómo están utilizando este término puede estar afectando a las mujeres que desean emprender un proyecto en el mundo de la fontanería.
Un ejemplo que rescata Armas es el de Magdalena Verdú, la primera mujer en hablar en nombre del colectivo tras la polémica por el uso del término “fontanera”. “Una profesional como la copa de un pino”, dice Pedro con orgullo. Verdú, con una trayectoria heredada de su familia, es una de las pocas que ha logrado mantenerse en el sector. Ante el mal uso que algunos le están dando a la profesión de fontanera, Armas destaca que: “Si hablas con ella, la indignación que tiene es importante”.
La mujer fontanera: una minoría que desafía barreras dobles
La presencia femenina en el sector de la fontanería continúa siendo minoritaria. Armas reconoce que, aunque la sociedad habla constantemente de tumbar barreras, la realidad muestra un camino lleno de obstáculos para las mujeres.
Pedro Armas reflexiona: “Aquí hay emprendedoras que son muy, muy, muy pocas. El primer muro que tienen que tumbar es el de decidir buscar una forma de vida no desde el empleo, sino desde la creación de una pequeña empresa.”
Más allá de los desafíos comunes del sector, las mujeres se enfrentan a un entorno masculinizado, a una mirada social que juzga su capacidad antes de ver su profesionalidad. “Sé que cuando llegan a casa de un cliente, la mirada va a ser, como mínimo, aclaratoria”, comenta Armas.
Armas denuncia un fenómeno recurrente en la vida pública: el olvido institucional. “Pides reuniones con gente que tiene la capacidad de tomar decisiones y te das cuenta de que eres el último de la cima”, subraya, remarcando que solo en periodos electorales parecen interesarse por las demandas de gremios como el suyo.
Esta situación se traduce en una falta de escucha activa. “Yo no necesito alguien que me escuche, si quiero me pongo frente a un espejo y me escucho a mí mismo. Lo que necesito es alguien que realmente esté pendiente de qué acciones se pueden emprender”, remarca Armas. En sus palabras, resuena una exigencia clara: el sector requiere más que discursos; necesita respuestas reales, políticas eficaces y menos promesas vacías.
Pedro Armas pone el dedo en la llaga: “La estructura de la industria de la fontanería la conozco en profundidad. Aquí no estamos hablando de grandes multinacionales; la mayoría somos microempresas con uno, dos o tres empleados, peleando día a día.” En su intervención, desmonta el mito del empresario enriquecido: “El empresario que ustedes dicen que cobra un dineral, es una persona que ha dado la cara, que está de alta, que paga impuestos.”
Este tipo de negocio se enfrenta a una dura realidad: inversión obligatoria en formación, herramientas, seguros, vehículos, cumplimiento normativo y una maraña legal que va desde directrices europeas hasta ordenanzas municipales por barrio.
Uno de los principales reclamos del sector, según Armas, es el intrusismo galopante. “Vamos a tener las mismas normas para todo el mundo. Si yo tengo que tener habilitación, seguro de responsabilidad civil, formación... ¿por qué hay quien puede trabajar sin nada de esto?” Se refiere a personas o entidades que operan sin regulación, restando trabajo a los profesionales legalmente constituidos y generando competencia desleal.
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